Por Pablo Oviedo, Columnista Asocamtice.
El 27 de noviembre, un acordeón sabanero y un sombrero vueltiao yacen en un rincón, en un silencio sepulcral, cual tristeza denotaban sus fuelles, haciendo con su silencio honor a una voz que ya no volverá a escuchar, “el indio sinuano “como lo llamaban cariñosamente, ya no volverá a entonar bellas melodías, ni aquellas manos campesinas, ya no le sacaran sonidos rítmicos que alegraban el corazón al campesinado y le motivaban el alma para seguir en la brega agraria. el mejor exponente de música rebelde campesina de la costa. Máximo Jiménez Hernández fallecía.
Pero realmente es al campesinado colombiano al que me quiero referir, no sin antes mencionar al icono de ese pueblo campesino y luchador. A esos campesinos y campesinas que se levantan con el alba en la madrugada, a juntar los tizones del fogón en la hornilla para preparar un delicioso café, mientras se acomodan su sombrero, abarcas tres punta y machete al cinto, en otras partes de la geografía rural se acomodan la ruana, la bota pantanera y el azadón, para salir a su noble labor antes que despunte el sol en su esplendor, trabajar la tierrita, al cultivo, al ordeño y a vivir en medio de la naturaleza alentados y emocionados por el trinar de los pájaros en las mañanas que pasan en manadas como saludando a su amigo, o escuchando el rebuznar de un burro en la distancia, cual canto hace a la madre tierra, sin pasar desapercibido el ruido del arroyo entre piedras brindando sus melodías u observar la belleza de la flor, mientras un colorido colibrí se alimenta de su néctar, entre otros animales, disfrutando y viviendo de las cosas más simples que le brinda la vida en el campo, como beber agua de los arroyos o descansar a brazo suelto bajo la sombra de un majestuoso árbol que le brinda protección en los momentos de fatiga y cansancio en su ardua labor.
Pero esa vida no siempre ha sido así de bonita, se viene a mi mente las épocas de los años sesentas y setentas en donde el campesinado con sus luchas buscaba una reforma agraria propia y autónoma con las liberaciones de tierras para la vida, en la cual eran reprimidos en las marchas y protestas por un Estado indolente, siguiendo los años ochenta y noventa del siglo XX, para sumarle a la desgracia de nuestro campesinado que ya bastante tenía con el olvido del Estado y la presión de terratenientes que acumulaban tierras por medio de la barabarie y el despojo, que no les interesaba el campesinado humilde, el de su finquita o parcela pequeña, que vive de lo que produce a diario, aparecía en esos años el conflicto interno armado que afecto a la población rural, llenando los campos de cadaveres y creando el fenimeno del Desplazamiento forzado, usado por estos grupos al margen de la ley como comodín bajo la excusa de acusar a campesinos y campesinas de apoyar a un bando o al otro, de esta manera se genera un éxodo masivo de la población rural hacia las ciudades a engrosar los cordones de miseria de la periferia de las urbes, alterando el mapa social y económico de nuestro país, además de los despojos, masacres, asesinatos selectivos, tortura luto y terror al campesinado, dejado a su paso por el paramilitarismo al servicio de terratenientes, ganaderos, empresarios y politicos que obedeciéndo las políticas económicas internacionales bajo el famoso Tratado de libre comercio-TLC- que llevaron a sucumbir al campesinado en una crisis economica y social de grandes dimensiones, implantando la política de globalización, que no es otra que la de tener el control y manipulación de los medios de producción, arrasando con estos el campesinado, dejándolosen la pobreza absoluta. Además el Estado con su legislar amañado, mediocre e inquisidor, quiere cambiarle el nombre al campesinado y llamarlo “trabajador agrario”, esto conlleva a borrar lo que significa la palabra “campesino” y todo lo que esto implica consigo: como su idiosincrasia, su cultura, sus creencias, sus tradiciones ancestrales y sus luchas a través de la historia, en pocas palabras seria borrar su idéntica histórica y con eso su pasado y es que el trabajador del campo simplemente se llama: “Campesino”, cambiar su nombre cual Bastida moderno y atropellador, para imponer un nuevo nombre como en su momento lo hizo este bandido inquisidor con el rio Magdalena,
Es en este año nuevo va nuestra voz de aliento a seguir en la brega contra toda adversidad por el amor a la tierra, porque “el destino de un país lo define la economía campesina”.
Que allá sobre los cerros y montañas, en las casitas recónditas vive un pueblo campesino soñador, donde cada día esos hombres y mujeres sin quejarse de su pena, se levantan a diario a contribuir con su esfuerzo por sacar un país adelante con sus cultivos, con sus ganadería y con las esperanzas de un mejor mañana, por eso a esa gente humilde y trabajadora invisible en el campo cuya armas son el machete, el azadón y ganas de salir adelante, va nuestro sinceros deseos de un año nuevo con la esperanzas que sus condiciones mejoren por el progreso de una mejor Colombia donde los incluyan y los tengan en cuenta como lo que son, esos seres humanos imprescindibles para el progreso de nuestra patria.